El Salón de Embajadores

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El salón de Embajadores se encuentra justo detrás de la Sala de la Barca.

Es la sala más amplia y elevada de todo el palacio. Construida en forma de cubo perfecto, se asienta en el interior de la gran Torre de Comares.

Era el centro simbólico del poder nazarí, en él se concentra la magnificencia de la última corte musulmana en Europa.

En esta sala todo es refinamiento y esplendor, desde el pan de oro que todavía se apreica en el arco de entrada hasta la portentosa cubierta que corona el conjunto.

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Sus laterales se hallan abiertos con nueve alcobas y ventanas que estaban cerradas por vidrieras de colores llamadas en árabe “cumarías”, donde viene el actual nombre de la torre.

La decoración asemeja grandes tapices de estuco colgando de la pared y hay diferentes modelos: conchas, flores, estrellas… Esto nos da una visión del sentido naturalista de la arquitectura árabe, que trata de traer la naturaleza a su casa.

Hecha realidad a través de sus ventanales orientados hacia el exterior, bien en sus jardines y patios interiores, bien en una perfecta abstracción o simbolismo representado en estos estucos, azulejos y techos.

El motivo de este afán de naturalismo reside en su mentalidad panteísta, de ver a Dios en la expresión vida de su creación.

La sala estaba totalmente policromada de color oro en la parte del relieve y de diversos colores en la parte profunda, siempre en colores claros.

Otra de la constante en los muros de este salón son las escrituras en las yeserías.

Dos tipos de escrituras

Aquí las hay de dos tipos: cúficas y cursivas.

La escritura cúfica es una escritura culta y rectilínea que conocían pocas personas. Podemos verla en la parte baja del muro, sobre los azulejos.

La escritura cursiva es la normal, siendo la mayoría de las inscripciones de la Alhambra de este tipo.

La parte inferior de los muros está decorada con azulejos.

Los de esta sala son posiblemente los más ricos de todo el palacio. La decoración del mosaico gira en torno a una estrella de ocho puntas en su centro, alrededor de la cual giran otras formando círculos concéntricos.

Los colores se van alternando en círculos alrededor del central formando una progresión geométrica.

Todo el arte árabe está íntimamente relacionado con la perfección espiritual y matemática, es la que eran maestros, como demuestran sus sistema numérico, que es el actual, y tratados de álgebra, de la que fueron inventores.

Los colores que más abundan son amarillo, azul, verde y negro. Desaparece el rojo que ya lucían las vidrieras.

El suelo del Salón de Embajadores no es el original, ya que este se deterioró y se restauró hacia 1815. El original estaba hecho de cerámica vidriada y en colores blanco y azul.

Solo queda un pequeño resto de mosaicos de este tipo en el centro del salón.

Por lo que respecta al techo, es una obra maestra de la carpintería musulmana.

La Bóveda

La bóveda tiene dieciocho metros de altura y está hecha de madera de cedro con trozos incrustados de diferentes colores haciendo estrellas. Un total de 8,017 piezas con relieves superpuestos, todo el techo compuesto por varios paneles simétricos que se cierran con un cubo de mocárabes en el centro de la cúpula.

Hay siete coronas de estrellas concéntricas, hasta alcanzar la cupulita central, que es el Paraíso Islámico. Casa uno de estas coronas es uno de los siete cielos que hay que ascender hasta llegar a esta Paraíso.

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Las cuatro diagonales del techo son los cuatro árboles o los cuatro ríos de ese Paraíso Islámico, que al igual que en el Antiguo Testamento, es un edén o jardín.

Debemos entender la “Casa Real” como una casa habitada y no solo como un frío museo. Todo se disponía bajo un pensamiento exacto, nada se dejaba al azar.

Todo tiene un por qué, sea místico, matemático o esotérico. La sala de forma cúbica representa el mundo y la cúpula el cielo.

Todo está bajo Dios

En las alcobas o ventanas se sentarían los visires del Rey, dejando la del centro a este, de manera que dominase el espacio íntegro de la sala y el exterior.

El misterio

El visitante o embajador que se entrevistaba con el Rey venía del exterior del patio, iluminado plenamente por la luz del día. El Rey y sus ministros estarían en el interior de la sala envueltos en la tenue luz que dejaban pasar las vidrieras de colores que había en las ventanas.

Así, el visitante se encontraría en inferioridad de condiciones al quedar totalmente iluminado por el resplandor exterior, mientras que su interlocutor permanecería en penumbra, generando así un halo de misterio y misticismo.

Un detalle importante para comprender la casa árabe es el juego de luz y los ventanales.

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Las ventanas que ocupan la planta superior tienen solamente una función decorativa y para dejar pasar el aire, mientras que la luz viene de la parte inferior. Las ventanas son bajas por reclinarse el árabe en el suelo, sobre cojines y divanes.

La calefacción se generaría por medio de braseros, y la iluminación con lámparas de aceite.

Toda la Alhambra está hecha para ser vista desde el suelo, que es el lugar donde se conjugan todos los espacio y juegos de luz.

Boabdil y la Rendición de Granada

Fue en este Salón de Embajadores donde Boabdil, el último rey moro de Granada, se reunión con sus nobles y acordó la Rendición de Granada.

En esta histórica sala se firmó la misma y donde Carlos V, sorprendiéndose de la belleza de esta ciudadela de la Alhambra y la propia ciudad, exclamó:

Desgraciado el que ha perdido tantas bellezas

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