Durante mucho tiempo, y aún después de la llegada a Granada de Muhammad Ben Nasr Al-Ahmar en 1238, la Alcazaba fue un castillo exento, separado de la meseta que había al este, por un barranco.
Sobre este barranco se levantó en época de Yusuf I (1333-1354) un lienzo de murallas y torres, cuyos vestigios pueden verse aún en la Plaza de los Aljibes, cerca de la Puerta del Vino.

Plaza de los Aljibes frente a la Alcazaba de la Alhambra
Tras la conquista cristiana, ya en 1494, el conde de Tendilla rellenaría el barranco para hacer un aljibe de grandes proporciones, aprovechando el fuerte desnivel, de hasta ocho metros de altura, reutilizando la Torre Quebrada como filtro y creando la plaza que hoy conocemos.
Estos aljibes miden 34 metros de largo, 6 de ancho y 8 de alto, y se encuentran soterrados bajo la plaza. Está gran cisterna está formada por dos naves cubiertas por bóvedas de cañón sobre arcos de medio punto, completándose el conjunto con otro aljibe (al parecer musulmán) en el extremo norte de la plaza.
La obras en la explanada llevadas a cabo para la construcción del Palacio de Carlos V y la demolición de un paño de muralla hacia el sur, amplió su perspectiva.
Durante 1955 se realizaron unas excavaciones que descubrieron la plaza medieval.
Esta enorme plaza está siempre concurrida de gente, ya sea porque están esperando hora para entrar bien a la Alcazaba, bien a los Palacios Nazaríes de la Alhambra, o simplemente están descansando y admirando todo lo que hay alrededor.
Es la antesala de la Alcazaba por un lado, y los Palacios Nazaríes y el Palacio de Carlos V por el otro.
Desde aquí hay unas vistas espectaculares del barrio milenario del Albaicín, el cual se encuentra justo en frente. Incluso puede verse también parte del otro barrio más famoso de Granada, el Sacromonte.

Vista parcial del Albaicín desde la Plaza de los Aljibes
En la actualidad, hay un quiosco donde vende refrescos y algún aperitivo.
En este lugar se celebraron en 1922 el célebre Concurso de Cante Jondo, y en 1927 la escenificación de un auto sacramental con el que se interrumpía la prohibición que desde el siglo XVIII pesaba sobre este tipo de representaciones.
Merece mucho la pena conocer esta plaza aunque no se tengan entradas para entrar a la Alhambra propiamente dicha.